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Desnivelada la balanza para la pesca local

Pescadores locales batallan contra viento y marea, de manera figurativa y literal, para llevarle a los puertorriqueños el mejor marisco posible.

Pesca. La mayoría de los pescadores vende a los restaurantes en lugar de supermercados. / archivo
Pesca. La mayoría de los pescadores vende a los restaurantes en lugar de supermercados. / archivo

En un archipiélago caribeño como Puerto Rico, un buen día para un pescador local puede traducirse en 1,000 libras de producto, sin embargo, compite con empresas globales que mercadean toneladas de pescados desde el otro lado del mundo.

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El pescador independiente del área sur, Edwin Madera, lo resume desde su experiencia al compartir con Metro que, en ocasiones, recoge 25 a 100 libras y a veces, nada. Mientras que el pescador independiente y suplidor de la pescadería La Robalera, Joshua Sánchez, dijo que puede tener una buena noche con 1,000 libras. En instancias, semanalmente este es su número.

“Es obvio que es mucho más negocio para ellos (los supermercados) exportar toneladas de diferentes tipos de productos que le salen más baratos a ellos que comprárselos a uno local. A veces, el pescador de aquí tiene el pescadito un poquito más alto, porque no tiene la capacidad de coger tantas toneladas de pescado y abaratar el costo”, argumentó Sánchez.

A este escenario se suma que en los supermercados las ventas de carnes versus pescados y mariscos es de 80 % frente al 20 %. En estos días, la balanza se inclina más en el lado de los pescados y mariscos por la Semana Santa, pero esa no es la constante cuando se observan las métricas.

La radiografía del consumidor del 2023 de la Cámara de Mercadeo, Industria y Distribución de Alimentos (MIDA) reflejó que los puertorriqueños no adquieren mariscos o pescados regularmente, en cambio, las carnes frescas y congeladas lideran la lista con un 64 %.

Así mismo, el estudio demostró un aumento en la compra de productos congelados y estipuló que 17 % de los consumidores opta por estos alimentos importados. En el mismo análisis, el 14 % indicó haber dejado de comprar mariscos por el aumento de su precio en el 2022. En el 2023, el porcentaje se redujo a 11 %.

El dueño de los Supermercados Plaza Loíza y miembro de la junta de directores de la MIDA, Ferdysac Márquez, estableció que el puertorriqueño “es carnívoro en esencia”. En su negocio, solo 20 % de sus ventas son de pescados y mariscos.

Esa opinión choca con la del pescador Sánchez. “Nosotros no damos abasto, el pescado local se vende por completo todo el tiempo. […] tenemos que seguir pescando porque la pescadería se vacía. […] Tengo muchos, muchos, muchos clientes míos. Yo voy a la residencia y hoy les entrego. No tan solo restaurantes, sino residencias. Voy y te entrego a tu casa, a veces no llego ni a los restaurantes. Se me va todo antes de salir del agua. Ya está todo vendido y no es tan solo en Cuaresma, sino el resto del año”, dijo Sánchez, quien también es gerente general de una cadena de restaurantes.

Pero desde la industria de los supermercados, los números del cuadre de las cajas apuntan en otra dirección.

“Hay varias razones. Primero, Puerto Rico no tiene pesca comercial local, muchos de los productos se importan. La segunda razón es que, usualmente, la situación con el consumo de mariscos de pescado es que la gente tiene miedo a confeccionarlos, no lo hacen mucho en las casas, sino que lo comen en los restaurantes”, agregó Márquez.

Precisamente, Sánchez apuntó al sector de los restaurantes como indicador de que sí hay un mercado importante para la pesca local. “La gente viene a Puerto Rico y básicamente nuestra cultura culinaria es mucho marisco y pescado, chillo frito, mofongo con camarones, con carrucho, con pulpo. Realmente, nuestra cultura culinaria está bien enfocada en el marisco. Vamos a restaurantes, de diferentes tipos —como japoneses que compran para hacer sushi. La pescadería ya está cogiendo buen auge. El año pasado fue espectacular y este año vamos por las mismas”, dijo el pescador.

Zona compleja para pescar

A pesar de ser una isla caribeña, la pesca no tiene un panorama fácil. El dueño de los Supermercados Plaza Loíza destacó que el archipiélago tiene “de los mayores bajones del área del Caribe”, lo que significa que el mar es profundo y los peces que se desarrollan no son suficiente para el consumo local.

“En Puerto Rico no hay playas de arena baja extensa, como en Santo Domingo, las Bahamas, entre otros. La langosta en Puerto Rico se da, pero es escasa”, puntualizó Márquez.

El “regateo”y la competencia contra empresas multimillonarias

Por otro lado, el pescador independiente Madera sostuvo que la pesca es dura y la venta se dificulta cuando los residentes “regatean” los precios para igualarlos a los de supermercados o cadenas de almacenes.

“Puedo vendérselo al restaurante que me lo paga, pero el de la calle llega y pide que se lo cambie, que no quiere ese precio. El restaurante no se queja”, planteó Madera, quien cuenta con 25 años de experiencia en el mar.

Asimismo, Sánchez expuso que estas compañías pueden hacer pescas millonarias y recoger toneladas de pescados para venderlas a un precio competitivo, pero un pescador local depende de las condiciones del mar.

“Si el mar está malo y no te deja, pues tienes que hacer otro tipo de pesca, sea pesca de dorado o de sierra. ‘Trolear’, que es lo que llaman ir suavecito por ahí e ir con la caña tirada y a ver si cae un dorado o cae una sierra. Para la pesca de fondo, que es la pesca que a la gente le gusta —ahí está el chillo, la colirubia, el mero—pues hay que esperar siempre que el mar esté en las mejores condiciones posibles”, relató.

El dueño de La Robalera, Efraín Santiago, conocido como “Frankie Picua”, tronó contra el regateo de precios. “Es una falta de respeto el que venga una persona aquí a comparar nuestros precios con el de supermercado, cuando el de supermercado lo que hace es una orden desde una laptop”, argumentó Santiago.

Por su parte, Sánchez aclaró que el chillo, el cartucho y el mero son piezas más costosas, ya que el pescador tiene que salir varias millas afuera para pescarlos en un área de 1,000 a 1,500 pies de profundidad.

“Nosotros lo vendemos a $10 o $12 el chillo y el cartucho, pero ellos lo consiguen por $8 o $9. Pero, viene de otro lado, le da la vuelta al mundo, que cuando llega a tu casa está más viejo que uno”, ejemplificó Madera, asegurando que su trabajo como pescador es retador.

Temporada alta

Esta Semana Santa es para las pescaderías como el “Viernes Negro” para las jugueterías. El dueño de La Robalera, quien comenzó el negocio hace tres años y ya tiene empleados 29 pescadores, describió la Semana Santa como “intensa y fuerte”.

“Nosotros una vez cerramos, desinfectamos toda la pescadería, volvemos y rellenamos los freezers con pescado fresco, que nos sigue llegando a diario y después de eso nos vamos a preparar más pescado. El diario vivir de nosotros en esta semana de Semana Santa termina a las tres de la madrugada”, manifestó el propietario.

Los productos más solicitados en la temporada lo son la sierra, el chillo de ojos amarillos, cartucho, bueyes para confeccionar alcapurrias y empanadillas—, pulpo, el dorado, langosta y camarones, entre otros.

Costos de operación

Para llevar a cabo una pesca efectiva se necesita una embarcación apta con su maquinaria y mantenimiento adecuado, lo que conlleva una inversión significativa.

Aunque los pescadores reconocen que existen ayudas para el sector, aún hay quienes no cuentan con el equipo requerido, lo que pone en riesgo su seguridad.

“Los motores de un barco... los barcos se deterioran, los motores se deterioran, hay que estar dándole un mantenimiento, pues esos pescadores comerciales son los que trabajan siete días a la semana, necesitan tener esos equipos al día. Esa es su vida”, indicó Sánchez.

Todos los entrevistados hicieron un llamado al apoyo hacia el comercio local, pues confían que Puerto Rico puede solidificar la pesca con la demanda existente.

“En Puerto Rico, hemos tenido la oportunidad de tener empresas. En el área norte, en una de las bahías pescadas, tuvimos una granja de guaju, igual que en Vieques, que se daba excelente, pero los costos de mantenerlo eran muy excesivos. Primero, por energía eléctrica y segundo por el alimento. Aunque estén en mar abierto, son granjas. Y esas razones, en el caso de Vieques, se trasladó para Perú”, planteó Márquez.

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