En Puerto Rico, el lechón asado es mucho más que un platillo tradicional. Se trata de un verdadero emblema de las festividades y ocupa un lugar especial en las celebraciones.
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Especialmente durante la temporada navideña, el inconfundible aroma del cerdo cocinado lentamente sobre brasas se convierte en una invitación que atrae tanto a locales como a visitantes. Sin embargo, entre los amantes del lechón, hay un detalle que se destaca sobre el resto: el famoso cuerito.
El cuerito, o piel del cerdo asada hasta quedar crujiente, ocupa un lugar especial en el corazón de los puertorriqueños. Para muchos, no hay mayor deleite que disfrutar de ese pedazo “graciento” que ofrece una combinación de texturas y sabores entre lo crujiente, lo ahumado y lo salado. Más allá del gusto personal, el cuerito tiene una resonancia emocional y cultural que lo convierte en mucho más que una simple parte del lechón.
La tradición de asar lechón en Puerto Rico está profundamente enraizada en los valores familiares y comunitarios. Durante generaciones, este acto ha sido un evento social, uniendo a amigos y familiares alrededor del fuego mientras el cerdo se cocina lentamente.
Aunque el proceso puede durar varias horas, la espera se disfruta como parte del ritual. El cuerito, en particular, se considera una recompensa al final del proceso, y en muchos casos, el elemento más codiciado del banquete.
Además de su indiscutible valor gastronómico, el cuerito también posee un significado emocional para muchas familias boricuas. Compartir el primer trozo de cuerito se ve a menudo como un gesto especial de afecto, reforzando la importancia de la comida como vehículo de unión y cariño en la cultura puertorriqueña.
Las famosas lechoneras, los asadores especializados en lechón que abundan por toda la isla, especialmente en Guavate, han elevado el cuerito a la categoría de símbolo culinario. Los comensales hacen fila para asegurarse de obtener su porción de esta delicia, que suele agotarse rápidamente, ya que muchos consideran al cuerito como el premio más valioso del plato.
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Durante las celebraciones navideñas, el protagonismo del cuerito crece aún más. En cenas como las de Nochebuena y Día de Reyes, el lechón asado es el plato principal en muchos hogares puertorriqueños, y el cuerito es, sin duda, el componente más esperado. En estas festividades, es común que tan pronto el lechón sale del fuego, todos se apresuren a probar el cuerito, sabiendo que es lo primero que desaparece de la mesa.
Este exquisito manjar no solo destaca por su sabor, sino que encierra la esencia misma de la cultura puertorriqueña. Representa la continuidad de las tradiciones, la unión familiar y el disfrute que se encuentra en los pequeños placeres de la vida.
Para los puertorriqueños, el cuerito va más allá de ser una parte del lechón; es un símbolo de celebración compartida, de jolgorio, y hasta, un legado culinario que continúa uniendo a las generaciones.