Si hay algo que no puede faltar en una buena cocina boricua es el sazón... y mucha grasa después de cocinar. Ya sea tras un lechón asado, una sartén de chuletas fritas o un caldero de arroz con tocino, la limpieza puede ser un verdadero reto. Ante esta realidad, muchos se preguntan: ¿cuál es el mejor aliado para eliminar esa grasa pegajosa y rebelde?
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La respuesta no viene en envase costoso ni con fragancia artificial. Según generaciones de puertorriqueños que confían en los remedios caseros, el vinagre blanco destilado, acompañado de un poco de bicarbonato de sodio, es el dúo imbatible que corta la grasa y devuelve el brillo a ollas, estufas y azulejos.
“El vinagre rompe la grasa de forma natural, sin necesidad de químicos fuertes”, explica Marta Vélez, ama de casa de Arecibo que jura por el truco que aprendió de su abuela. “Yo mezclo vinagre con agua caliente, le echo un poquito de bicarbonato y con eso dejo el fregadero como nuevo”.
Este método no solo es efectivo, sino también económico y ecológico. El vinagre actúa como desengrasante, mientras el bicarbonato funciona como abrasivo suave que arrastra los residuos sin dañar las superficies. Juntos, forman una reacción efervescente que ayuda a desprender la grasa acumulada, incluso en rincones difíciles.
Algunos también le añaden una cucharadita de jabón de fregar para potenciar la mezcla, y otros calientan ligeramente el vinagre para hacerlo aún más eficaz. Lo cierto es que, en muchos hogares del país, esta combinación se ha convertido en el secreto mejor guardado para dejar todo impecable después de un festín bien boricua.
Así que la próxima vez que enfrentes una sartén pringosa tras freír carne o cocinar mofongo con chicharrón, recuerda: el mejor desengrasante quizás ya esté en tu alacena.