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¿Qué es peor para la salud: vino, cerveza o cócteles?

La respuesta no es tan simple

El bartender Alberto Guzmán del bar Heritage del Hotel Marquis nos regala estas recetas, ideales para darle a tu fiesta ese toque festivo
Bebidas Los cócteles son los más “traicioneros”.

A la hora de brindar o refrescarse en una reunión social, muchos se preguntan cuál es la mejor (o menos perjudicial) opción: ¿una copa de vino, una cerveza fría o un cóctel bien servido? Aunque cada una tiene sus fanáticos, desde el punto de vista de la salud y nutrición, la respuesta depende de varios factores.

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Lo primero que se debe considerar es la cantidad de alcohol que contienen y cómo se consumen. El vino y la cerveza suelen tomarse en porciones moderadas, mientras que los cócteles —aunque a veces parecen inofensivos— pueden esconder altas concentraciones de licor y azúcar.

La cerveza, por ejemplo, contiene menos alcohol por volumen (entre 4% y 6%) y suele consumirse en cantidades mayores. También aporta carbohidratos y, en muchos casos, calorías vacías que pueden acumularse con facilidad si se bebe en exceso.

El vino, especialmente el tinto, ha sido objeto de estudios que destacan posibles beneficios cardiovasculares gracias a los antioxidantes naturales como el resveratrol. Sin embargo, esto solo aplica cuando se bebe con moderación: una copa al día para las mujeres y hasta dos para los hombres. Superar esa dosis elimina cualquier posible beneficio.

Los cócteles, por otro lado, son los más “traicioneros”. Suelen combinar varios tipos de alcohol con mezclas azucaradas, jugos artificiales, cremas o siropes. Esto no solo eleva el contenido calórico, sino que puede aumentar el riesgo de resaca y el impacto negativo en el hígado y la glucosa en sangre.

En resumen, más que etiquetar una bebida como “la peor”, lo importante es el contexto: la frecuencia, la cantidad y con qué se acompaña.

Un cóctel ocasional bien balanceado puede disfrutarse sin problema. Una cerveza o copa de vino con moderación también. El problema surge cuando el consumo se vuelve excesivo, habitual o se combina con hábitos poco saludables como fumar o una dieta desbalanceada.

La clave está en el equilibrio. Saber lo que se bebe y cómo se bebe es tan importante como el tipo de bebida. Y, si el objetivo es disfrutar, que sea siempre con conciencia y responsabilidad.

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