(Por Mashynne, Project 18)
Uno de los relatos que me gusta contar es el del cliente que piensa que todos le deben hacer reverencia.
Un día me encontraba laborando en una barra (mi primera vez en ella, pero zorro viejo que soy ya tengo mi manera de trabajar), y me encontraba atendiendo a los clientes y compartiendo sobre algunos temas con mis compañeros. De momento, llega un individuo de unos cincuenta y tantos de años con algunos ”palos” encima.
El señor me pide un escocés con coco, por lo que lo atendí y se lo di. De la misma forma, le pregunté si iba a abrir cuenta. En Puerto Rico, y más en la Placita, se sabe ya -por sabiduría popular- que si vas a abrir cuenta usted deja su tarjeta y en muchos casos id. Así que usted deja ambos como método para asegurar que el cliente no salga corriendo a la hora de pagar. Siempre ha sido así y siempre será hasta que cambie o impongan alguna ley o regla.
El individuo, al pedirle su tarjeta, coge su wallet y me la tira en la barra. Yo, como caballero, tomé la cartera y la puse en una canasta cerrada. Este me exigió que fuese yo quien sacara sus credenciales, pero me negué, ya que no toco pertenencias de nadie. El hombre, con mala actitud, me comenzó a cuestionar sobre quién era y que si sabía quién era él.
Ante la situación, le entregué el recibo y tomé la decisión de no atenderle más por su actitud. Soy fiel creyente del profesionalismo que hay que tener en esta industria, como bartender amo la profesión, pero aun así continúa el estigma del trabajo, no hay respeto alguno.
Ser profesional no es una opción, es un mandato, pero no rendimos pleitesía.
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