Gastronomía

El sentido de la nostalgia

Lee la columna del escritor Paul E. González Mangual

Este año ha sido uno lleno de mucha reflexión. Hemos meditado sobre las experiencias que dejamos de vivir, las que vivimos y las que nos esperan por vivir una vez que volvamos a aquello que llamábamos realidad.

Cuando hablamos de revivir experiencias pasadas, hay una emoción que es casi omnipresente en todo lo que expresamos, sentimos e imaginamos. Hoy más que nunca ese sentimiento está presente en todo lo que hacemos o dejamos de hacer: la nostalgia.

Como empedernidos de la gastronomía, añoramos los momentos en que planificábamos cualquier experiencia culinaria. Ya fuera visitar el nuevo restaurante de nuestra comunidad, hacer un plant tour por alguna cervecería del país, planificar ese viajecito con el objetivo principal de visitar un restaurante que vimos en la tele o hacer una reserva en ese restaurante favorito que siempre nos saca una sonrisa y nos deja con ganas de volver. Añoramos los almuerzos domingueros con la familia, las bebelatas improvisadas con las amistades o compañeros del trabajo y las salidas romanticonas en pareja para disfrutar de unas tapas, unos tragos y una buena conversación.

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Al hablar de la nostalgia, de recuerdos o de momentos inolvidables, la gastronomía siempre va a estar presente. La comida es siempre la mejor excusa para hacer o disfrutar de las mejores cosas en la vida. 

Mas allá de recordar experiencias vividas, algo que añoro con todo el corazón es sentir, en todo su apogeo, ese sentimiento que como fanáticos culinarios hemos desarrollado y que solo un chef especial puede activar. Ese sentido tiene una vertiente adicional que se exterioriza cuando dos mundos se alinean en un bocado cargado de emociones. Ese sentido primitivo también es la nostalgia.

Si alguna vez se te han salido lágrimas cuando pruebas algo, si te has puesto melancólico con un aroma o si has sentido escalofríos en medio de una cena, eres de los afortunados de haber activado el sentido de la nostalgia. Es en ese momento donde todo cae en su lugar nuevamente, donde sabemos que algo especial está ocurriendo en nuestro sistema y donde nos volvemos a sentirnos más vivos que nunca. Hay sentimientos que se olvidan, pero la nostalgia estará siempre ahí para acordárnoslo.

Son momentos extraordinarios como esos, donde lo ordinario se une para que exploremos aquellas dimensiones de nuestra existencia que pensamos haber olvidado. Por unos instantes, todo en nuestro ser está conectado con las manos que crearon la cena, el plato o el bocado. Todo el universo se alineó de manera perfecta para que el pasado de dos personas se encontrara para regalarnos un momento especial, un momento nostálgico.

Al final, no importa si la nostalgia surge por haber visto una foto, por una conversación, por un recuerdo que queremos revivir o por un plato que nos hizo sollozar, lo importante es sentir lo que sentimos en el momento que lo sentimos, siendo libres y haciendo lo más que amamos hacer: comer.

Por todo eso y más, extraño decir que vivo para comer y viajo para comer. Y aunque hay una que gran pausa en estos momentos en nuestras vidas, a su vez, es un privilegio por el cual debemos estar muy agradecidos. Pero más allá de comer, beber o visitar un restaurante, extraño la encrucijada de sentir la nostalgia en cada bocado y en cada sorbo.

Ya pronto volveremos, pronto se normalizarán nuestras vidas y pronto ya no extrañaremos el extrañar.

Paul E González Mangual es un escritor puertorriqueño que ama viajar y viaja para comer, y luego comparte historias sobre esas aventuras culinarias en su agencia de turismo gastronómico, FOODIEcations.

 

 

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