LIMA (AP) — Los hermanos venezolanos Darling, Maikol y Jhonier caminan unos 14 kilómetros al día por un barrio popular de la periferia de la capital de Perú empujando un carrito con nueve termos de café. La venta callejera de capuchino, latte y otras variedades en vasos de papel se ha convertido en el negocio que les permite salir adelante.
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En un país donde el consumo anual por persona no supera el kilo y está debajo de Colombia, con 2,8 kilos, y Brasil, con 5,9 kilos —según gremios cafeteros de ambos países—, los tres migrantes han ido aumentado su clientela desde 2022 ofreciendo varios tipos de café, incluidas las combinaciones con leche, chocolate, canela y vainilla.
“No había quien venda café por acá, ellos son los que han puesto (traído) el café”, dijo David Avellaneda, un barrendero peruano de 69 años, quien tomaba un capuchino en un vaso de 6 onzas a 67 centavos de dólar. Antes, no encontraba opciones baratas para tomar café con leche y vainilla mientras barre la basura de las calles.
Cerca de un paradero de mototaxis en el municipio de Comas, el conductor Cleiver Montilva, de 27 años y nacido en Caracas, pidió un café con chocolate, lo paladeó y dijo que ese sabor le recordaba a sus padres. “En Venezuela tenemos la costumbre de tomar café en las mañanas o tardes”, contó mientras miraba el vapor de su vasito una mañana de invierno. La Confederación de Productores Agropecuarios de Venezuela indicó en marzo que en los últimos 20 años el consumo anual de café por persona es de 2,5 kilos.
Maikol Gámez —de 29 años y quien tiene tatuada una tacita de café humeante junto a una corona detrás de la oreja— comenzó a vender café en las calles de Venezuela hace nueve años como una forma de trabajo con rápido retorno para enfrentar la inflación. El venezolano continuó realizando este oficio en Colombia junto a sus hermanos Darling Gámez, de 31, y Jhonier Marín, de 22.
En Lima intentaron lavar autos y vender panes, pero su pequeño capital se fue desvaneciendo. Un día Maikol le dijo a sus hermanos “vamos a hacer lo que mejor sabemos”. Así retornaron a vender café y llamaron a su negocio “Epa family café” que empezaron con 2,7 dólares y un par de termos.
Lima es la ciudad del mundo con mayor número de venezolanos fuera de Venezuela. Suman más de 1,1 millón de migrantes, dijo a The Associated Press Laura Almirall, la representante en Perú de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados. “Un 55% de los migrantes venezolanos trabajan en servicios de limpieza, conserjes, mecánicos, mientras que un 24% trabaja en el comercio”, detalló.
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Desde 2017, con la llegada de miles de migrantes venezolanos a Perú, comenzó a notarse lentamente cómo un puñado de ellos empezó a vender café caliente por las calles de la periferia capitalina.
Los tres hermanos llegaron en 2022 junto a su madre Rosa Manama, una maestra en silla de ruedas que quedó discapacitada tras sufrir un derrame cerebrovascular en su país. Al inicio sólo vendían café concentrado y café suave, pero después añadieron otros tipos que incluyen leche, vainilla o chocolate.
En sus recorridos diarios por el municipio limeño de Comas han hallado a otros vendedores de café callejero, todos venezolanos. Los clientes suelen ser en su mayoría compatriotas suyos, pero también han sumado a policías que se frotan las manos de frío en su ronda nocturna o incluso a algunos vendedores de emoliente, la bebida tradicional para el invierno en Perú.
Con los ahorros de dos años un mecánico peruano amigo de los hermanos les fabricó un carrito —que tiene un altavoz incorporado— para transportar nueve termos, además de los pasteles y empanadas que ofrecen a sus clientes.
En los mejores días venden todo el café y en los peores casi ninguno, pero dicen que no se rinden. “La motivación es nuestra madre, ella también es la que nos une”, dijo Maikol.
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El periodista de la AP Jorge Rueda colaboró con este despacho desde Caracas y Mauricio Muñoz desde Lima.